El Impuesto sobre las Grandes Transacciones Financieras (IGTF) es un impuesto sobre la compra y venta de valores, derivados y otros instrumentos financieros. El objetivo de este impuesto es desalentar la especulación, que puede hacer subir el coste de los bienes y servicios para los consumidores, y al mismo tiempo desalentar las prácticas financieras desestabilizadoras que pueden provocar la caída de los mercados.
El IGTF se aplicó por primera vez en Francia en 2012, pero la idea ha estado presente al menos desde la década de 1970, cuando el economista James Tobin sugirió un impuesto de este tipo como parte de su propuesta de «Tasa Tobin». Una medida similar se adoptó en Suecia en 1984 y de nuevo en 1995; en ambas ocasiones se derogó tras varios años porque no generaba suficientes ingresos.
Una solución que se ha propuesto para los problemas económicos de Venezuela es un impuesto internacional sobre las transacciones financieras. Se trataría de un pequeño impuesto sobre todos los intercambios de divisas realizados entre países: por ejemplo, si alguien de Canadá comprara 100 dólares estadounidenses a alguien de Venezuela, pagaría una pequeña tasa de 0,5 céntimos por transacción. Esto disuadiría a la gente de convertir su dinero en monedas extranjeras y luego volver a hacerlo porque perderían dinero cada vez que lo hicieran.
Puede parecer una idea sencilla, pero la aplicación de esta política no es fácil. El mayor reto es determinar la cantidad de dinero que debe gravarse por transacción: si es demasiado poco, no se recaudarán suficientes ingresos; si es demasiado, podría perjudicar significativamente las tasas de crecimiento al disuadir a la gente de intercambiar fondos entre países.
El IGTF está diseñado para ayudar a estabilizar la economía venezolana y aliviar su crisis de la deuda mediante la recaudación de fondos de los ciudadanos ricos, que a menudo son acusados de evadir impuestos mediante el uso de empresas fantasma y cuentas en el extranjero.
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